La degradación social es ahora un látigo que corta la carne. De ella se ha desarrollado una forma soez de expresar el desánimo y la cólera de la población ante las muestras de impotencia por un asalto, la violación de una niña y la lapidación de una persona sin derecho a juicio.
Las cárceles, hacinadas de reos peligrosos, son una fuente de violencia en ebullición constante. Pero las mafias que han llegado al contrato de abogados hábiles y pertinaces los sacan en libertad a través de subterfugios jurídico- legales.
La sociedad se esta cobrando la factura de largos años de tolerancia. Los violentos han descubierto que a través de la amenaza, el secuestro la coacción y el asesinato a sangre fría ante los ojos de muchos espectadores que argumentan no darse cuenta de nada, se ha vuelto una sociedad de cómplices, unos por omisión y otros aunque cargados de remordimiento piensan que callando, protegen sus familias y bienes.
Debe cambiarse la interpretación de la historia. Buscar puentes de reconciliación. Sudáfrica lo hizo. Su campaña de reconciliación después del apartheid, hizo a los torturadores decir la verdad y las comunidades enteras perdonaron a sus asesinos.
Quizá sea el momento en Guatemala de decir perdón, de vivir bajo el dominio divino del perdón. Debemos instaurar una sociedad de perdón y de cicatrizar las heridas y poner en ellas paz y reconciliación. No creo que las mujeres como Yo, que venimos de hogares privilegiados, estemos sordas a la integración de una sociedad en la cual podamos caminar con paz hacia el progreso de toda la sociedad.
Es momento de reflexionar y hacer un giro de 180 grados y partir de la violencia a una sociedad reconciliada, con grandes valores cristianos y sociales, donde la doctrina sea dar amor para recibir amor, dar comprensión para ser comprendido, dar vida para tener porque vivir.
lunes, 29 de octubre de 2007
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